Conoce a Flor. De Montevideo a Utrecht, pasando por Reggio Calabria, Foggia, Ámsterdam y pistas de vida abierta: la WH que le hizo sentir que el mundo se abrió para ella.
Como comenzó todo
A finales de 2022 cumplí 30 años. Para mí era un hito, y decidí regalarme algo especial: un viaje por Europa. Londres, París, Florencia, Roma… y Ámsterdam. Cuando era niña había leído El diario de Ana Frank, y Ámsterdam siempre tuvo un lugar especial en mí. Además, todos mis amigos que la habían visitado volvían encantados.
Mientras estaba en París, le dije a una amiga: “¿Y si me vengo a vivir a Europa?” No tenía pasaporte europeo, no sabía cómo lo haría, pero algo en mí sabía que eso era lo que quería hacer. Cuando regresé a Uruguay, contacté a la embajada de los Países Bajos y me hablaron de la visa Working Holiday para uruguayos: hasta los 30 años inclusive. Yo acababa de cumplirlos y pensé: “Ahora o nunca”. Me lancé, quedaba sólo un cupo, lo tomé y así comenzó todo.
La llegada y la importancia de sentirse acompañado
Durante los ocho meses siguientes me sumergí en trámites, evaluaciones, ahorros. Mientras tanto, contaba mi proceso en redes sociales y conocí a muchos que estaban viviendo lo mismo que yo: la emoción, la incertidumbre, el querer dar ese salto.
La llegada aquí no fue un cuento de hadas inmediato. Las primeras semanas fueron duras: bajé mucho de peso, tuve crisis, me costaba adaptarme. Venir de Latinoamérica implica cambios grandes de verdad. Pero poco a poco, fui encontrando mi lugar: hice amigos y construimos una linda red de apoyo.
Pero la historia seguía!
El año pasado, justo cuando se me terminó el año de la visa Working Holiday, descubrí que mi bisabuelo materno era italiano: la quinta generación de los Isnardi. Me fui a Italia para tramitar la ciudadanía y abrazar esa posibilidad que la vida, mi mamá y sus orígenes me dieron. Nunca hubiese imaginado, hace tan solo dos años, estar viviendo en los Países Bajos y gestionando una ciudadanía italiana… pero aquí estoy.
Al volver de Italia a Ámsterdam, conocí a mi novio —un hombre holandés que ya vivía en Utrecht y que, para mi sorpresa, hablaba español—. Nos enamoramos, me mudé con él a Utrecht y con el tiempo compramos nuestra casa. Gracias a su apoyo y comprensión sobre lo que implica empezar una nueva vida en otro país, pude conseguir un trabajo acorde a mi profesión, con buenas condiciones, y me sentí acompañada en cada paso. No esperaba nada de todo esto, y aun así: es incluso mejor de lo que soñaba.
La reflexión hoy por hoy
Hoy, ya en Utrecht, miro atrás y siento gratitud. Amo Uruguay, pero en este momento de mi vida necesitaba este tipo de experiencia para transformarme. Me enriquecí —como persona, como profesional— y aprendí a valorar aún más mis raíces. Quiero que quienes están en Uruguay conozcan esta oportunidad de visa porque, honestamente, puede cambiar vidas.

Si querés preguntarle algo, podés comunicarte con Flor por Instagram.












